Todos los malditos
días se habían vuelto iguales.
Despertar,
estudiar, trabajar, comer, dormir y repetir lo mismo hasta el cansancio con
algunas variaciones irrelevantes.
- Amiga; necesito un cambio urgente, o voy a morir
debido a la rutina. – suspire mientras dejaba la taza de café a un lado
dispuesta a no terminarla.
Era viernes a las
6 de la tarde, el día era precioso, pero no acompañaba a mi humor. Estábamos, Erika
y yo, tomando un café en el rato de descanso que teníamos del trabajo. Casi
todas las tardes, Aprovechábamos y cruzábamos a Starbucks, y charlábamos de
todo lo que no nos daba el tiempo dentro del trabajo.
Hacia días que no podía
sacarme de la cabeza la idea de que mi vida se estaba volviendo monótona y
aburrida. Me la pasaba estudiando, preparándome para los prácticos y finales; y
si no estaba haciendo eso, me la pasaba en el trabajo haciendo horas extras.
Nuestra amistad estaba intacta, ya que al vivir y trabajar juntas, nos veíamos
todo el tiempo, pero las dos estamos completamente deprimentes.
- ¡Ali! ¡Tenes que
tener un poco de paciencia! La cursada ya termina. Es por eso que estas tan
agotada; muchos finales… ¡Vas a ver que en unos días ya estas libre y no vas a
saber que hacer con todo ese maldito tiempo! Vas a trabajar todavía mas horas
extra! Acordate de lo que te digo.- Eri se burló de mi pedido de auxilio, sin
quitar la vista de su celular, mientras tomaba un sorbo de café.
- Hable con mis
padres. Me ofrecieron que vaya a pasar el verano a su casa, no es mala idea. Solo
que podría deprimirme aun mas en aquel pueblesucho. Hace dos años que hago lo
mismo y aprovecho el verano para preparar algunas cursadas; pero fue tan aburrido
que no se si te acuerdas el año pasado, después de las fiestas, regrese sin
dudarlo. – Solté mientras revolvía el resto de café lentamente.
- Es una muy mala
idea pasar todo el verano en casa de tus padres. Recuerdo tu carita cuando te
apareciste con tus maletas en casa.- Respondió nuevamente sin mirarme.
- Pensé que podría
ir a pasar las fiestas. Luego, con lo que tenemos ahorrado, nos escapamos a
alguna playa turística cercana y pasamos unas vacaciones locas. ¿Nos las
merecemos no te parece?- intente poner mayor entusiasmo en mis palabras,
mientras si una palmada en la mesa, con la idea de lograr llamar su atención.
- Yo tengo pensado
tomarme el mes de Enero, pero tengo suficiente dinero como para tomarme las súper-hiper-vacaciones.-
dijo, mientras dirigió su mirada fijamente a mí haciendo cara de tener una gran
idea. Sonó su celular y volvió a lo suyo, mientras prosiguió.
- La última vez
que tus padres nos visitaron, me comentaron del complejo en Playa Muaré. Tu
papá dijo que conoce a los dueños, podríamos hablar con él, e ir ahí. –Erika
parloteo sin parar mientras tecleaba algún sms o post en su celular. Admiraba
esa capacidad que tenia de entablar una conversación conmigo y su celular a la
vez.
- Voy a hablar con
él al respecto. Que sepa, es un buen lugar. Hay que hablar por las
reservaciones, es muy concurrido. Recuerdo haber ido con mi familia de pequeña y
jugar con una niña muy bonita; la hija de los dueños. Todos nos confundían pensando
que éramos hermanas. La gente decía que éramos idénticas. – Termine recordando
historias mientras mire de reojo la hora.
Pegue un salto de
la silla, ya se hacia tarde; y debía pasar por casa, ducharme y prepararme para
el turno de la noche.
- ¡Tengo que irme!
¡Se hace tarde!- Agarre mi mochila, la salude y corrí a casa.
Trabajo de mesera
en Watt por las tardes; y de noche, este se vuelve un resto muy popular, en el
cual no trabajo de mesera, sino detrás del bar. Hoy viernes es el día en que más
horas trabajo, aunque amo las horas que pasó allí, suelo terminar
exhausta. Soy muy buena preparando
tragos, pero no tanto consumiéndolos. El sábado suelo dormirlo, ya que solo
trabajo desde las 8 de la noche. Y el domingo suelo pasarlo con amigos en casa,
o nos escapamos con Erika a Watt, y tomamos algo con Fred, el jefe.
Esta es mi vida en
la ciudad de Valmount. Yo nací aquí. Viví con mis padres hasta el último año de
secundaria; cuando ellos decidieron que volveríamos al barrio Laurels, a la
casa de mi abuela Margaret. El abuelo había fallecido; y como estaba muy sola,
mi padre decidió que debíamos cuidarla, ya que la casa era demasiado grande y podríamos
vivir cómodamente junto con ella.
Como es de
imaginarse, yo me negué rotundamente a la idea de mudarme a una ciudad que no
era mi cuidad. Comprendía la decisión de mi padre, de cuidar a su madre, pero
yo quería continuar mis estudios aquí.
Fue entonces,
cuando Eri me propuso vivir con ella. Su familia tenía un departamento, que había
sido de su hermano durante su carrera universitaria; el cual estaba destinado a
ella, una vez empezara la universidad. Luego de las negociaciones necesarias,
suplicas, llantos, enojos y demás; logramos que me quedase aquí por los pasados
seis años.
He trabajado,
estudiado, y debes en cuando divertido, durante este tiempo. Y en este último
año, en particular, no cambio nada en absoluto.
La noche de
viernes paso, el sábado, y el domingo también. Y luego otra semana. Pasaron los
días, pasaron los finales y llegaron mis días libres. Ese podría decirse, fue
mi último gran cambio. ¡Adiós estudios!
Por unos meses
puedo olvidarme todo lo que tenga que ver al respecto.
Era sábado por la
noche, estaba detrás de mi querida barra. Erika me acompañaba desde el otro
lado mientras servia en alguna de las mesas. Se respiraba un aire denso. Era de
esas noches pesadas de verano; donde la lluvia no cesaba ni un segundo, y el
calor humano, junto con la humedad, se condensaba dentro del bar.
Esa noche pasaba
música Julio. Se podría decir que es el hombre perfecto, pero por desgracia mi
mejor amigo. Decidió venir a tocar, luego que le insistiera por días, con la excusa
de que era para festejar mis finales aprobados y mi reciente libertad
recuperada.
Podía ver como mi
jefe, estaba extrañamente permisivo y alegre. Al rato, deduje que su felicidad
repentina se debía al morocho que lo acompañaba; Ian, su amor secreto, el cual
se había instalado en la barra hacia horas.
Siempre me gusto observar
a la gente que concurría. Sus rostros. Sus expresiones. Solía imaginar que
vidas llevaban según lo que veía. Imaginaba historias en mi cabeza, y algunas
veces estas continuaban en noches siguientes. Algunos personajes eran
recurrentes. Otros no tanto. En algunos casos cruzaban sus historias y en otros
casos las terminaban para siempre.
La noche pasaba, y
se encendía paulatinamente. La energía y el buen ambiente, se fue tornando de
laboral a amistoso. Julio se había acercado a la barra. Las mesas que Erika
estaba atendiendo ya se habían levantado. Todo el mundo bailaba y Fred, que
estaba en la barra conmigo, no dejaba de charlar con su amado Ian. Fue entonces
mientras charlaba con Julio, que escucho:
- ¡Ronda de
tequilas! – exclamaba Fred, mientras agarraba a cada uno de los que tenían que
participar en la ronda.
Preparé cuatro
tequilas, para Fred, Ian, Eri, y Julio. Fue cuando Fred me interrumpió y me
obligo a preparar uno para mí también.
Todos tomamos la
primer ronda, y la segunda, seguida de la tercera también; y cuando quisimos
ver, ya quedaba muy poca gente en el bar. Eran las 6 de la mañana, Eri estaba
sacando a todo el mundo fuera. Fred estaba despidiendo a Ian. Y Julio, se
seguía sirviendo Jack Daniel’s mientras podía. Comencé a limpiar, tarea
difícil, gracias a la poca coordinación que tenia. El alcohol que corría por mi sangre. Fred se me
acercó, y extendió una de sus manos frente a mí, mostrándome su celular.
Mientras decía:
- ¡Lo tengo!
¡Tengo su número! ¡Ian es todo mió! – bailoteaba y cantaba a los gritos.
Yo le correspondí
con una sonrisa y unas felicitaciones. Luego de unos segundos, me tomo por el
hombro y me dijo que él se encargaba del bar, que nos fuéramos a descansar.
Erika tomo sus
cosas y fue la primera en salir, diciendo que me esperaba afuera. Julio me
presto su abrigo y salimos. Ya estaba por amanecer, pero la lluvia continuaba y
daba la sensación de que no iba a amanecer nunca. Fred nos acompaño hasta la
puerta y al saludarnos, nos grito mientras nosotros comenzamos a caminar bajo
la lluvia.
- ¡Todo es gracias
a la fuente!
- ¿Que? – le
respondí a los gritos, ya a una casa de distancia.
- ¡La fuente me
cumplió mi deseo, le tire una moneda ayer! -Siguió gritando mientras señalaba
hacia la plaza, que estaba en la esquina, en la dirección en que nos
dirigíamos. Saludo con las dos manos y se metió a Watt nuevamente.
Los tres
caminábamos bajo la lluvia como si nada. El silencio nos acompañaba, hasta que
Julio lo rompió diciéndome que metiera las manos en los bolsillos. Cuando lo
hago, me encuentro con dos botellas medianas de licor. Una en cada bolsillo. Me
había dado la impresión de que el saco estaba demasiado pesado, pero al ir bajo
la lluvia, el que estuviera mojado era la mejor respuesta a mi pregunta; no un
par de licores en los bolsillos.
- jaja ¡Que
interesante sorpresita no! –exclamo como si fuera la gran hazaña.
- ¡uhhhjjjuuu!
¡Tomando y cantando bajo la lluvia! ¡Pásame una Ali! – me dijo Erika mientras
se cambiaba de lado metiéndose entre Julio y yo.
Le pase una, abrí
la otra, y tome un sorbo mientras los otros dos ya comenzaban a parlotear una
canción y dar brinquitos. Estas noches no se daban seguido. No me había dado
cuenta de la borrachera de nadie, incluso de la mía, hasta este momento en el
que empezábamos a hacer bobadas en la calle como si fuéramos adolescentes.
Llegamos a la
esquina donde se encontraba la famosa fuente. Julio corrió y se subió al borde
de ella y con la botella en la mano, bailaba y cantaba. Una pareja se besaba
mientras se tomaba de las manos. Mientras lo miraron extrañados. Juntos
lanzaron sus monedas a la fuente, se sonrieron y continuaron su camino. Los
observe detenidamente, pensando en que se veían muy bien juntos. Le grite a mi
amigo que se bajara, que estaba haciendo un papelón, pero las dos terminamos
retorciéndonos de la risa cuando resbalo y callo dentro. Que suerte que la
pareja ya se había ido.
-¡Hey! ¡De que se
ríen! Fue intencional, estaba pidiendo un deseo, ¿No lo escucharon a Fred? Dijo
que se cumplen. – comenzó a justificarse, mientras se enderezaba con sus manos
a la cintura. Yo lo único que podía pensar era en que eso iba a dolerle mucho
mañana.
- Tienes razón,
pero necesitas tirar una moneda, no tirarte a ti mismo dentro. – Le grito Erika
mientras se le acercaba – vamos Alicia, pidamos un deseo y tiremos una moneda.
¿Que nos puede pasar?
Metí las manos en
mis bolsillos, revisé todos, pero no tenia ninguna moneda. Camine hasta el
borde de la fuente. Julio seguía bailoteando a mi izquierda, y Eri a mi
derecha, a modo de rezo hacia su pedido.
Me tome unos
segundo mirando hacia la fuente. Millones de monedas la habitaban y me pregunte
cual era la moneda de Fred. ¿Cuantos de aquellos deseos fueron concedidos?
Estaba en medio de mis pensamientos, cuando Julio me interrumpió diciéndome que
él tenía una para darme, que cuanto tiempo mas pensaba tardar en pedir un solo
deseo. Recordé que tenía algunas en mi billetera.
- Yo tengo,
¡Gracias! -Le respondí con una sonrisa, mientras me quitaba la mochila para
buscar una.
- Así que estas
dispuesta a pedir un deseo, te hacia demasiado incrédula para estas cosas. –
Exclamo Julio mientras gesticulaba burlonamente.
-¿Solo es un
maldito deseo no? ¿Qué puede pasar de malo? ¿No cumplirse? De todos modos da
igual. – dije al aire desinteresadamente y de algún modo diciéndomelo a mi
misma. Volví a mirar la fuente, luego a aquella pareja que se alejaba a lo
lejos,
-¡Voy a tirar mi
moneda! – comento Eri sin prestar una pizca de atención a lo que estábamos
diciendo.
-Yo ya pedí el mío
– Respondió Julio – es tu turno.
Mire a mis amigos,
serré mis ojos, y en lo único que pude pensar fue en que no sabia lo que quería,
no estoy conforme con la historia o vida que tengo, pero tampoco se que es lo
que quiero. Recordé aquellos rostros y sus historias imaginarias. ¿Qué es lo
que yo quiero? ¿Cuál es mi historia?
Una sensación
extraña comenzó a invadirme. No sabría explicarla, Me vino a la mente aquel
lugar. ¿Como llego a mis pensamientos?
Escuche el conteo
de Erika que me desprendió de todo aquello.
- A la cuenta de
tres la lanzamos juntos. 3, 2, 1…
No me dio tiempo a
pensar en más nada. Y se escucho ¡Clup! El cortar del agua al ser atravesada
por las monedas. Yo la había lanzado también.
Abrí mis ojos, no
se en que momento había dejado de llover.
Mire hacia ambos
lados buscando la salida del sol. Las nubes se estaban corriendo, y ahí estaba,
el sol estaba saliendo en frente mío.